Mientras venía en el metro miré a los ojos de un niño: aproximadamente 10 años, jugueteando con su madre. Miré a sus ojos y brillaban, brillaban de felicidad, de ligereza y en esos momentos me puse a observar.
Miré los ojos de esa señora, del caballero, de la pareja del rincón, del joven que venía a mi lado, de la adolescente frente a mi, de la jovencita rubia de la izquierda y de la señora de la derecha, miré a los ojos del caballero alto y del caballero de sombrero, miré los ojos del joven alocado y del que iba leyendo, entre todas esas miradas, miré mis propios ojos en el reflejo que tenían en la ventana... y de tantos ojos que miré, solo encontré un par de ojos que brillaran y me puse a pensar...
Acaso nadie es feliz?
Son tantas las cosas que nos pesan en el alma, en la conciencia, en el corazón. Pasado, presente, futuro, emociones, sentimientos, miedos, locuras y culpas.
Miré a muchos ojos y no encontré ojos donde pudiera ver el alma de la gente, ojos que brillaran, que mostraran a alguien feliz, agradecido de vivir, sin trancas...
Miré en ojos jóvenes, viejos, femeninos y masculinos y solo encontré ojos que miraban con temor, con recelo, ojos que ocultaban algo, ojos que tenían cuidado, ojos que mostraban penas guardadas, rencores escondidos, miedos ocultos y sueños sin cumplir. Ojos que colocaban una gran muralla para impedir que alguien vea su alma. Ojos que demostraban que estaban alertas para defenderse, para protegerte de lo que sea.
Miré mis propios ojos y no eran los mismos ojos brillantes de siempre. Eran ojos apagados, temerosos de un futuro incierto, adoloridos de un pasado doloroso, rencorosos de dolores antiguos... O acaso jamás brillaron y siempre tuvieron una gran muralla ocultando su alma?
Jamás antes me detuve a mirarlos...
Y entre todos esos ojos, que comencé a mirar luego de ver la inocencia y ligereza en aquellos pequeños ojos infantiles, solo pude encontrar una mirada sincera, donde se veía el alma, la alegría de vivir, donde habían dolores superados, rencores perdonados y sueños y alegrías listas para ser vividas... Ojos de aquella joven rubia de la izquierda, los únicos ojos que parecían confiados de la vida...
Y es que entre tanto dolor en este mundo, entre tanto amor y apego a lo material, entre tanto anhelar lo que no se tiene y no valorar lo propio, entre tanto trabajo y tan pocas horas en familia, entre tanto estres y tan poco disfrutar de la vida, entre tanto trabajar para comprar cosas y jamas para ganar lindas experiencias (preferir una tele gigante que unas vacaciones hermosas, por ejemplo), entre tanto ajetreo y tan poco contacto con lo escencial, al parecer hemos olvidado ser felices y hemos olvidado sonreír, hemos olvidado lo que es aprovechar cada momento y hemos olvidado confiar... hoy solo somos seres que viven a la defensiva intentando pasar de la mejor forma posible nuestra vida, sin disfrutarla de por medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario