Y dormía envuelto en su envase de papel... una cuna perfecta que le cobijaba en todo momento.
Tenía una forma perfectamente definida, lisa, hermosa.
Un movimiento brusco lo saco de ese lugar para llevarlo rápidamente a una cueva oscura, húmeda... lo movieron una y otra vez. Se sintió aplastado, abatido, adolorido, molido, separado; desgarraron sus partes con un placer digno de un sádico.
Al cabo de un tiempo resistiendo ese dolor, algo ocurrió: La cueva oscura habría sus puertas y vio la luz...
Él pensó que todo había acabado...
En esos momentos lo tomaron con rapidez y lo arrojaron al vació.
Parecía un viaje sin fin, pero de pronto, un seco golpe detuvo su caída.
Miró a su alrededor un inmenso mundo desconocido, ya no tenía fuerzas. Fue en ese momento que un zapato lo aplasto poniendo fin para siempre a su vida....
Nadie supo jamás a donde fue a parar el cadáver de ese chicle.
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